lunes, 24 de mayo de 2010

Y llegó el día nomás

Hoy es lunes 24 de mayo, ayer domingo se corrió la Short Mision. Es una carrera de montaña de 40 kilómetros parte de una serie que culmina con La Misión, un ultra trail de 150 km.
Como he dicho antes, venía entrenando hace unos tres o cuatro meses, y una de las cosas que me había propuesto era terminar un maratón de montaña, como sea, pero terminarlo. Así que voy a repasar con ustedes lo que vine haciendo este tiempo.
En primer lugar, luego de casi 25 años, dejé de fumar. Es una de las cosas de las que estoy orgulloso también, porque no es fácil. A principios de noviembre lo hice, hace ya unos 6 meses. Y no lo extraño como creí en su momento que iba a pasar. Pero más allá de limpiar mis pulmones, tampoco quería pagarlo con el aumento de peso, a veces común y engorroso, así que empecé a hacer un poco más de deporte. Pero no era suficiente. Y en enero más o menos, me picó el bicho de esto de las montañas. Y ahí empecé a entrenar. Pero no había dejado de jugar al tenis, y eso sumado a mi de por sí elevado peso, me lastimó la rodilla derecha. Así que el panorama en febrero era: casi gordo, rodilla lastimada, ansioso, sin base aeróbica, lo peor....al borde de los 40 años. Así empecé.
Leí que una meta sin un plan es un deseo. Entonces tenía que tener un plan....y una meta. Así que le apunté a una carrera de 80 km en dos días. Tenía más de un año por delante. Se hace en febrero, en Bariloche y se llama Cuatro Refugios. La idea es tomarlo como unas vacaciones para la familia, conocemos, paseamos y ya que estamos, me corro una carrera. Ya están al tanto de lo que quiero hacer.
Mirando y mirando páginas, me encuentro con esta serie de La Mision. Y ya tenía entonces una primera meta para probarme. Busqué planes de entrenamiento en la web pero casi todos requerían una base aeróbica de 2 o 3 meses, que yo no tenía. No importaba. La iba a inventar.
Corría casi todas las siestas, en el intervalo del trabajo. Fuí un mes al gimnasio para fortalecer las rodillas. Viajé al Morro y a Potrero de los Funes para probarme en montaña y creí hasta ayer que ya estaba preparado.
Vamos a la carrera.
Llego a Potrero de los Funes el sábado al mediodía a la casa de los padres de Francisco, el amigo con el que subí a Valle de Piedras vez pasada. Almorcé con ellos y la hermana. Luego fui a registrarme, me dieron el kit con un cuellito muy lindo que ya perdí en manos de mi hija. Luego a pasear. Esa noche cené unos ricos tacos con un rico malbec. A dormir.
Me levanto a las 7:30 del día de la carrera. Desayuno unos cereales con mates. Hago tiempo viendo algo de Roland Garros y a eso de las 8:45 salgo hacia el lugar de la largada a unas 4 cuadras.
El día lluvioso y frío. Había nevado en la cumbre de uno de los cerros a subir. El organizador nos anuncia que se modificaba el recorrido por ese motivo. A las 10:10 comenzó.


Antes de largar


Resumo la carrera a mi manera, la de un principiante. Acá no hallarán datos técnicos, sólo sensaciones de alguien que disfrutó y sufrió.
Sentí que podía correr a la par de los que ya llevan un cierto tiempo en esto, seguí el ritmo de ellos, pero algo muy dentro me decía que no debía de ser tan fácil. Si yo había entrenado sólo 3 meses y corría prácticamente a la par de ellos.... no, no podía ser cierto. Pero zonzo de mí, seguí sin hacerle caso a mi instinto. Y el golpe fué a la mitad exacta. Bajé el ritmo y sentí cómo dos forzudos sicilianos me estrujaban los bíceps crurales, se ensañaban y no dejaban que caminara siquiera unos metros. Me relajé, pero algo me dijo pibe, si estás así a la mitad no me quiero imaginar cómo vas a hacer para terminar.
Los calambres cedieron. Seguí. A los quinientos metros de nuevo. Y a los dos mil igual. Acá ya se me presentó la peor duda, porque si seguía me metía en el monte y la montaña y un eventual rescate sería bastante complicado. Caminando se fue calmando, hasta que en una subida siento el calambre más feo para mí, el de los aductores, sí, ambos en simultáneo, horrible. Me relajé, y alguien muy sabio que pasó me dijo relajate, saludá a los que pasen y tomá líquido, después seguí. Un genio. Hice eso. Caminé tranquilo, y me alcanza Matías. Un gran compañero y en ese momento mi motor. Quiero hacer un alto acá, no puedo dejar de rescatar eso en este tipo de carreras. La camaradería. Me lo hizo notar el que pasó y me aconsejó, el que me ofreció agua, Matías, el que nos gritó desde arriba que el sendero era tal o cual, todo forma parte de una visión de las cosas totalmente distinta.
Sigo con la carrera. A esta altura estábamos en el filo, con varios grados bajo cero de temperatura, agua-nieve, garrotillo, todo junto. Al bajar hacia el río ya el corazón me abandonaba y volvía a correr con la cabeza nuevamente. Esta vez tratando de guardar acá o allá, sabiendo que faltaba tanto o cuanto. Ahora sí. Vimos la última subida. Matías se despega un poco. Llego al camino de comienzo y el control me dice falta un kilómetro.
Ya estaba. Bajada, barro, un último compañero, la lluvia que no importa, la entrada al pueblo, el arco final, fotos, risas, abrazos, alegría y cansancio. Fueron casi 6 horas y media de todas las sensaciones. Me sentí lleno de vida, y creo que era eso lo que buscaba con todo esto.
Esta fué la primera y la que creo que nunca voy a olvidar. Habrá otras carreras, otras sensaciones, otras metas, pero todas serán distintas.
Es martes en realidad, y todavía me duelen las piernas...

martes, 4 de mayo de 2010

otra subida

Hoy es martes, estamos en mayo y ya empezó el frío de a poco.
Ayer por suerte el día era primaveral.
Y fuí a Potrero de los Funes, cerca de San Luis capital a subir un cerro de ahí, el Valle de Piedra. Pasé por la casa de Francisco, un cirujano amigo que tiene una casa ahí. Llegué a eso de las 8 de la mañana, y en un rato ya teníamos las mochilas listas y partimos.
Empezamos por un sendero tranquilo, que nos llevó a un arroyo, lo seguimos al cruzar éste hasta una lomita. Estaba fácil, nos llevaba por un monte de molles quemados por el último incendio que había arrasado en la zona.




Molle quemado, antes del potrero





Y llegamos a un potrero de vacas, en un vallecito, y medio como que nos perdimos, yo diría que perdimos totalmente el sendero, el camino, la brújula, todo. Uno que quería ir por abajo, el otro rodeando una loma, uno que bajaba por el vallecito y el otro que no. La cosa que a poco menos de 45 minutos de haber salido ya estábamos perdidos.
Avanzamos faldeando una loma, llegamos a una bajada con pendiente y mucha vegetación, más que nada espinillos, "plantitas" de caldenes, "amor seco", etc. Ahora me arrepiento de no haber salido con pantalones largos, en ese momento sólo se escuchaba ay! uh! uyuy! y así. Es que las espinas me tenían mal. Cuando regresé a casa y me bañé se volvió a escuchar ay! uy! con el agua caliente de la ducha.
Siguiendo con el recorrido por fin pudimos dar con otro arroyo y de ahí ya nos orientamos con respecto a la ruta a seguir, pero pequeño detalle... no había ningún sendero y mis piernas me pedían a gritos que no las siguiera maltratando con pinchos y afines. Pero no fue así. Eso sí, las pendientes empezaron a ser tipo "quemamuslos".

Panorama de lo que venía


En un momento llegó la incertidumbre de seguir o no. Cada cual tenía sus razones para volvernos o para encarar la cima. Nos faltaban algo más de un kilómetro o eso nos parecía desde abajo, pero era bastante empinado. Al final, el carácter ibérico de mi compañero ganó, y le dimos para adelante nomás.

Acá dudábamos de seguir, se ve la cima

Esa encarada nos llevó una hora o algo más. Pero valió la pena. Es hermoso mirar todo desde arriba, uno se siente bien y quisiera que todos pudieran ver lo que uno ve. No se puede escribir, o tendría que describirlo como un poeta, porque es eso, poesía.

Abajo se ve Potrero de los Funes y a la derecha San Luis capital

La bajada fue todo anécdota. Desde que bajamos sin rumbo, cambiando la ruta totalmente, haciendo todo técnico prácticamente.
Aprendí varias cosas de este Valle de Piedra.
La próxima llevaré pantalones largos, no hace falta tanta agua ya que se cruzan algunos arroyos de agua cristalina y riquísima, las zapatillas Puma Trail Fox son buenas para correr pero en cuanto uno las hostiga un poco con las piedras medio como que les falta fortaleza, y algo más, se disfruta bastante avanzar sin sendero y tomando decisiones a cada rato. Eso obliga a tratar de mejorar en la próxima, y creo que de eso se trata: que haya siempre una próxima y que sea mejor.