lunes, 15 de noviembre de 2010

Sigo con esto

Hoy tengo ganas de contar cosas. O de pensar en voz alta, y escribirlas, y tratar de que me entiendan que sería la parte difícil del asunto.
En el mes de octubre íbamos camino a San Rafael, Mendoza, porque correría una media maratón en el Cañon del Atuel. El camino es todo árido yendo desde San Luis, no hay nada, no hay poblaciones con mucha gente, uno diría que es el desierto, y vuelvo atrás, que no hay nada. A ese punto quería llegar. Siempre hay algo, y lo más interesante, siempre hay belleza donde uno quiere encontrarla. Mi hija obtiene algunas fotos lindas, cuando tiene ganas. Esta vez ella bajaba del auto por lo que fuera, y ya estaba apuntando a algo y disparaba. Esta foto es de los "yuyos" que se encuentran al costado del camino, en donde "no hay nada", y sin embargo a mí me encanta mirar esas flores.
Hay veces en que hablo con mis hijos y les cuento que uno de mis deseos es poder hacer cacería fotográfica. Sé que el término es safari, pero a mí me gusta lo de "cazar" al animal con la lente. Se me hace que ha de ser difícil estudiarlo, conocerlo, acecharlo, perseguirlo, acercarse, y luego de todo eso dispararle y lograr una buena foto que quede en un álbum, en una pared, en mis retinas, y no un trofeo muerto de pelos y olores que encabezará un living sólo para obligar a una pregunta que nos alimente el extraño ego de sentirnos cazadores.
Sigo con el relato del viaje.
Esto que cuento fue en octubre, como dije. Hacía calor. Habíamos alquilado unas cabañas camino al lugar de la carrera. El lugar, hermoso. Ya me habían dicho y lo comprobé aparte de otras cosas, que lo verdaderamente lindo era lo que el hombre había logrado en ese desierto. Y es así. Todo lo que se hizo le da esa belleza al lugar, desde un dique a un canal que lleva agua a una finca rodeada de álamos y frutales con colores que provocan silencio.

La carrera al fin y al cabo es siempre una excusa para conocer lugares, gente, costumbres de los que se enriquece este hermoso país. Por supuesto que entreno todo lo que puedo para tratar de disfrutarlas, pero no olvido que es tanto importante lo otro también.

Ese domingo sólo fui a conocerme más en este tipo de carreras.

Una largada con casi 300 runners. A poco de empezar una subida bien cojuda, de las que queman. Ya sabía esto así que me lo tomé con calma. Luego vinieron como 12 o un poco más de meseta con arena que cansaba de a poco y ahí ya no me gustó tanto, porque el paisaje ya no fue tan divertido pero más que nada no le encontraba la gracia de correr por el guadal tanto. Eso no quitaba nada de lo lindo en general que yo vivía corriendo en San Rafael.

Detalle del Cañón del Atuel. Por ahí debo de haber andado corriendo

En la recta final de la carrera una bajada tremenda, de guadal que te hundías hasta la mitad de la pierna casi, y ahí como para no perder la costumbre...sí, me acalambré. Esta vez por zonzo y hacerle caso a uno de atrás que me "apuraba", para qué!? pienso ahora, para qué apuré?!. No importa, todo esto lo anoto en el debe del aprendizaje.

En total fueron 2:21 horas. Buen tiempo para un gordo de más de 90 kilos y que entrena cuando puede y come a cada rato jaja! Al finalizar mostramos las medallas con mis hijos, ya que ellos habían corrido la Kids antes. Ese también fue un detalle hermoso.

El otro día escuché decir a un tipo con mundo encima que al final de su vida se estaba dando cuenta que de esta vida sólo se estaba llevando las pequeñas cosas cotidianas y no los grandes honores ni reyes ni riquezas. Será así entonces? Por el momento esas pequeñas cosas me llenan, me completan.

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